Santa Cruz de la Sierra dolorosa, mi sangre está hecha de tu sangre y tu martirio es mi martirio.
En tu rostro se va el beso como una huella de traición, en tus lágrimas se va el musgo de aguaceros perseguidos.
Ay Terebinto, Terebinto, Crujen los huesos de los destripados sangran los pies de los fugitivos que volvieron a los bosques a pelear por lo que es nuestro, por lo que es tuyo madre nuestra.
Lloran las viudas sobre las moscas de sus hijos muertos. Les sacaron los ojos. Les sacaron la lengua. Les cortaron los dedos uno a uno para que no pudieran contar los días de la venganza que se avecina con los segundos de los minutos, con los minutos de las horas, con las horas del porvenir, con todo el rencor de nuestra soledad y desamparo.
Ay Dios mío, Dios mío, desde los cerros las sombras se descolgaron y cayeron sobre el día y rodaron por las carreteras. A machetazos, a culatazos, quisieron doblegarte y humillarte cuando estabas maniatada y cuando los cuervos decían: “no pasa nada”… y los milicianos te horadaban el cráneo, y los milicianos violaban a las mujeres, aquí no pasa nada y los milicianos incendiaban arrozales, y con los milicianos se cumplía la orden de los déspotas!
Santa Cruz de la Sierra dolorosa y heroica, no fui un cobarde ni me oculté ni te negué cuando te flagelaban en las plazas y nadie se atrevió a defenderte, cuando nadie tuvo el coraje de ser hermano tuyo, cuando tus hijos se hundieron en los bosques entre mosquitos y sanguijuelas, entre sapos y humedad y tiros!
Cuando te masacraron las entrañas yo estaba allá en el Ande junto a los que te quieren bien y te querrán desde que te querían padeciendo lo que padecías, llorando lo que llorabas y esperando las horas de estos versos. Ay Terebinto, Terebinto, te llevare por siempre en la memoria.
1 comentario:
TEREBINTO
Por Pedro Shimose
Santa Cruz de la Sierra dolorosa,
mi sangre está hecha de tu sangre
y tu martirio es mi martirio.
En tu rostro se va el beso como una huella de traición,
en tus lágrimas se va el musgo de aguaceros perseguidos.
Ay Terebinto, Terebinto,
Crujen los huesos de los destripados
sangran los pies de los fugitivos que volvieron a los bosques
a pelear por lo que es nuestro,
por lo que es tuyo madre nuestra.
Lloran las viudas sobre las moscas de sus hijos muertos.
Les sacaron los ojos.
Les sacaron la lengua.
Les cortaron los dedos
uno a uno
para que no pudieran contar los días de la venganza que se avecina
con los segundos de los minutos,
con los minutos de las horas,
con las horas del porvenir,
con todo el rencor de nuestra soledad y desamparo.
Ay Dios mío, Dios mío,
desde los cerros las sombras se descolgaron y cayeron sobre el día
y rodaron por las carreteras.
A machetazos,
a culatazos,
quisieron doblegarte y humillarte cuando estabas maniatada
y cuando los cuervos decían: “no pasa nada”…
y los milicianos te horadaban el cráneo,
y los milicianos violaban a las mujeres,
aquí no pasa nada y los milicianos incendiaban arrozales,
y con los milicianos se cumplía la orden de los déspotas!
Santa Cruz de la Sierra dolorosa y heroica,
no fui un cobarde
ni me oculté ni te negué cuando te flagelaban en las plazas
y nadie se atrevió a defenderte,
cuando nadie tuvo el coraje de ser hermano tuyo,
cuando tus hijos se hundieron en los bosques
entre mosquitos y sanguijuelas,
entre sapos y humedad y tiros!
Cuando te masacraron las entrañas
yo estaba allá en el Ande
junto a los que te quieren bien y te querrán desde que te querían
padeciendo lo que padecías,
llorando lo que llorabas
y esperando las horas de estos versos.
Ay Terebinto, Terebinto,
te llevare por siempre en la memoria.
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