domingo, 20 de julio de 2008

UNA TERCERA VIA


Si bien es cierto que todos los bolivianos estamos cansados y rechazamos a la vieja partidocracia corrupta y apatrida, que nos llevo a ser uno de los países más pobres de America Latina, con el mismo asco y desprecio vemos como un bando de sindicalistas ignorantes y oportunistas llevan a nuestro país hacia la completa perdida de su identidad Republicana y hasta de su propia existencia como una unidad geográfica.
Es con gran impotencia y dolor, que gran parte de nosotros al estar contra el RACI -COMUNISMO MASISTA tuvimos que colocar nuestras esperanzas y nuestros anhelos en los parásitos de siempre que ocasionalmente se denominan PODEMOS, esa impotencia ve cada día como esas pocas esperanzas que uno tenía son pisoteadas y vendidas al mejor postor.
Ante esa verdad incuestionable, una tercera vía se hace urgentemente necesaria si es que queremos que Bolivia sea una nación que nos de orgullo a nosotros y a nuestros hijos, caso contrario estamos condenados a desaparecer paulatinamente como nación.
Esa tercera vía en la que algunos de nosotros decidimos apostar es el falangismo unzaguista, un ideal que todavía madura, pero madura con firmeza y seguridad inquebrantables, un ideal que prioriza el honor y la integridad, un ideal que actúa sin transacciones y un ideal que quiere por sobre todas las cosas ver engrandecida a Bolivia

Camaradas
Por Bolivia!!!!!!!!!!!!

Christian Miranda Bascope

3 comentarios:

Gustavo dijo...

CONCEPCIONES ECONÓMICAS. IDEA DEL VALOR



Para la concepción integral y filosofía económica de esta tercera vía que proponemos, se formulan estos principios: «Objeto, fin y tendencia de la economía no consisten en una cosa, sino, siempre, el hombre únicamente: la conservación y aumento de su fuerza».

Y ello quiere decir que la economía no es un fin en sí misma sino un medio para asegurar la fuerza del pueblo. Esta es la verdad que no reconocen las concepciones políticas y económicas dominantes de procedencia liberal capitalista.

Expliquemos la cuestión:

Tanto en la teoría como en la práctica de la economía se suele colocar en posición antagónica la producción y el consumo y como antitéticos los intereses de los productores y los consumidores. Y se llama producción económica a la obtención de valores de uso. Y así se acepta que el valor que tiene, por ejemplo, el carbón, de uso o consumo, está ya completo cuando se encuentra preparado para entrar en el horno. De análoga manera piensa el sastre que ha creado un valor económico cuando termina un traje; el labrador cuando ha cosechado su trigo, patatas u obtenido leche de su ganado; el hortelano, sus legumbres; el capitalista, al instalar una fábrica, y el pintor cuando termina un cuadro. Pero esto es un gran error. Todos ellos exageran desconsideradamente su trabajo. Y reciben una dura lección cuando pasa el tiempo y, como ahora sucede, no hay salida para sus productos. El carbón se queda en la bocamina y se cubre de musgo, los vestidos se apolillan y pasan de moda, el trigo se pica, las patatas se pudren, se agria la leche y las máquinas de las fábricas se oxidan y quedan anticuadas. Y entonces los productores sueltan la eterna queja de que sus productos han perdido su valor. Pero, ¿cómo es esto posible si su valor estaba completamente logrado?

El error está en lo siguiente: en los casos del ejemplo siempre ha estado ausente uno y el mismo sujeto, que es el consumidor. Sin él, las mercancías mejores o más bellas, ya sean trigo, carne, carbón o piedras preciosas; no tienen valor. Ese consumidor, tan despreciado y tan deseado al mismo tiempo por la política económica, es lo imprescindible para el perfeccionamiento de la adquisición de valores. Los valores económicos sólo se logran cuando se consumen. Esto parece una contradicción si se profesa la creencia de que el consumo económico supone un aniquilamiento o destrucción de valores, cosa completamente equivocada. La pérdida del valor consiste, precisamente, en que faltando el consumo los productos no recorren el ciclo natural económico que se cierra en el consumo; las fases productivas y de preparación significan tan sólo una parte de la formación del valor, pero no todo él. Los valores naturales pasan a ser riqueza cuando se transforman y apropian, y adquieren pleno valor cuando se consumen y traducen en aumento de fuerza humana. Entonces adquieren la plenitud de su valor. Por lo tanto, no puede haber oposición entre productores y consumidores, porque no cabe antítesis en las fases sucesivas de la valorización.

Por lo tanto, para una comunidad de adquisición de valores, tanto los productores como los consumidores son elementos igualmente importantes y ordenados. Los elementos activos de la economía deben comprender que la función económica no se reduce a la producción de bienes, sino también a su conservación, aumento y subida de la fuerza humana, para lo cual la obtención de los bienes no es más que una preparación. Los bienes materiales, las patatas, el trigo, las máquinas y el carbón, por ejemplo, no son sino medios apropiados para fines más elevados.

En este proceso de valores, existen relaciones de dependencia que son, al mismo tiempo, posiciones diversas de poder y dominio, que pueden provocar conflictos sociales y perturbaciones económicas trascendentales. Tres capas de importancia indudable aparecen en el elemento personal de la producción: la representada por el capitalista que proporciona el dinero, la del empresario y la de los trabajadores. Sólo un fuerte poder de Estado puede garantizar el desenvolvimiento normal de esos elementos en la comunidad económica.

Las teorías que atribuyen el valor económico a un solo elemento o fase del proceso económico son, por definición, falsas. Ni la fuente del valor está en la naturaleza, como quieren los fisiócratas, ni en el trabajo y en el valor de cambio, como sostienen los clásicos y los marxistas. Hay que buscar el valor en toda la fase de producción y consumo, en todo el ciclo económico, que culmina en el rendimiento social útil. (Klagges, Reichtum und soziale Gerechtigkeit, 1932).

Chris dijo...

Camarada Gustavo :
Tal y como aclaraste en tu comentario, el modelo económico de la tercera via que proponemos, va más alla de cuestiones de simple justicia social, o estatización de recursos o un simple capitalismo de estado y claro mucho menos un pseudocomunismo indigenista.
Lo que se anhela en un modelo económico nacionalista ideal, es la valoración y apoyo igualitario a todo el proceso económico de una sociedad, no será la usura del especulador capitalista que proveerá a la sociedad un piso firme para su desarrollo y claro no será una dictadura de las masas de producción la que fomentará el desenvolvimiento de cada ser humano.
Una economía que le de a cada actor económico su debido valor, ni mas ni menos, será una economía que haga del bienestar de nuestra raza un fin y no un medio, que es como el liberalismo actual ve la
"realidad", el modelo actual necesita que creamos que el bienestar conjunto de una sociedad o sociedades en conjunto(globalización) pase única y exclusivamente por un desarrollo económico desenfrenado acompañado de la mayor cantidad de consumo, sin importar si este viene o no acompañado de una demanda real.
Creo que en un nuevo modelo económico es esencial, destruir ese mito, la era industrial sin lugar a dudas benefició a todos como sociedad, pero a la vez solidificó en la psique humana funcionamientos excesivamente materialistas, y acabamos con las antihumanas teorías marxistas y con las "verdades absolutas" de los capitalistas globalizados que en poco tiempo harán que nuestros hijos tengan que emigrar a marte.

CHRISTIAN MIRANDA BASCOPE

Gustavo dijo...

SOLIDARIDAD, NO LUCHA DE CLASES

La lucha contra el capital o, mejor dicho, contra el capitalista, no sólo significa la oposición entre el poseedor y el que nada tiene, la rivalidad entre el hermano pobre contra el hermano rico, sino la oposición de intereses económicos entre dos elementos que cuando no se armonizan, necesariamente chocan a lo largo de los puntos de fricción que les depara el desarrollo de su vida económica y social. Su convivencia es necesaria, imprescindible, ya sea voluntaria o forzosa. En la época medieval, la organización corporativa aseguraba condiciones de convivencia regular; en la actualidad, con la libre concurrencia, se depende del llamado "mercado libre", no obstante encontrarse éste dominado por los capitalistas financieros. Los lazos que establecen la dependencia económica suelen ser ahora invisibles, pero efectivos. Y en este medio económico viven grandes masas de población que no tienen otra cosa que ofrecer en venta que su trabajo; éste resulta una mercancía. Y el capitalista aprovecha tal situación para beneficiarse de la eficiencia de esta masa de trabajo. Así aparecen los modernos movimientos sociales. ¿Quiénes son los que forman la masa global de trabajadores? Todos los no capitalistas, los que se esfuerzan y procuran un beneficio en la producción. Hasta los altos empleados de una empresa no son menos dependientes del capital que un simple obrero. Los proletarios se encontraban aislados al principio, pero, después, su vida ha sido elevada y han acortado las distancias que existían entre ellos y otras capas de trabajadores calificados e intelectuales. El Estado depende de los círculos financieros, y con el Estado el aparato de los impuestos que oprimen a esas masas trabajadoras. Cuando mayor y más general se presenta la necesidad, sube de punto la exigencia de hacer empréstitos y contraer préstamos, engrandeciendo, así, el poder del capital financiero.

Frente a esta realidad, esta "tercera vía" ve así a las condiciones de movimiento social, recabando para sí la gloria de haber sido el primero en lograr la unidad del frente constituido por todos los no capitalistas.

Marx, de la oposición de intereses entre capitalistas y trabajadores, tomó el punto de partida para su teoría de la lucha de clases que había de abrir un abismo entre los proletarios y todos aquellos que no lo son. Para el marxismo, el campo del trabajo queda reducido a los proletarios y destroza la conexión viva de la comunidad social.

Nuestra ideología no reconoce las oposiciones y antagonismos sociales y hasta los que se dan en el seno de las mismas familias, como oposiciones naturales entre padres e hijos. Hay oposiciones religiosas, políticas, económicas, en el seno de un pueblo; el individuo podrá negar a su familia y a su nación, pero ciertos lazos que a ellas le ligan, no podrá romperlos jamás.

Esta formación natural, viva, la intenta destruir el neo comunismo, reemplazando una realidad por un proyecto de nuevo Estado que no ha podido aún estructurar.