viernes, 24 de octubre de 2008

PRINCIPIOS DEL DIRIGENTE FALANGISTA



1. Un Dirigente Falangista de saber perfectamente que en la vida se está para servir y para cumplir rectamente con el deber. Porque no es posible pretender servirse de los demás para beneficio propio y porque tampoco es posible obrar por inclinación, sino por deber.
El hombre alcanza su forma más noble al subordinarse conscientemente al servicio de la colectividad.

2. Un Dirigente Falangista debe tomar conciencia de sus responsabilidades y obligaciones, de sus capacidades y limitaciones. Porque es incoherente pretender resolver los problemas de los demás y de Bolivia si primero él mismo no se conoce. De ahí que el deber diario de cada Falangista sea superarse cada día, porque los obreros de las grandes causas son primero constructores de si mismos.

3. Un Dirigente Falangista debe saber reflexionar oportuna y cuidadosamente antes de hablar, antes de comprometerse y antes de tomar decisiones. Porque no se trata de hablar por hablar sin saber de qué trata el asunto a resolver, o bien, sin entender el problema. Porque tampoco es posible hablar sin meditar antes de lo que se va a decir. Porque su palabra es la palabra de la organización, y sus decisiones pueden afectar al destino de la organización y a la posibilidad de un mejor futuro para los bolivianos. Y porque tampoco es posible tomar resoluciones precipitadas o en un estado anormal de depresión o euforia.

4. Un Dirigente Falangista debe tener el suficiente carácter y valor para saber reconocer sus errores evitando persistir en ellos o reiterarlos. Y al mismo tiempo también debe poseer el valor y humildad para hacerse aconsejar cuando se hace necesario solicitar ayuda. Porque es una necedad insistir en los mismos errores por obstinación, ceguera o egoísmo. Y porque es más necio aquél que pudiendo solicitar un consejo se niega a ello tan sólo para salvar a su propio ego ante los demás.

5. Un Dirigente Falangista es un hombre de carácter. Porque dirigir grupos humanos exige antes que nada ascendiente natural sobre las personas. Exige ser un ejemplo para los demás. Tener decencia, sentido de la dignidad y amor por la responsabilidad. Porque sin carácter firme no es posible doblegar la indisciplina e irresponsabilidad de aquellos que representa o dirige.

6. Un Dirigente Falangista jamás debe prometer algo o comprometerse sin saber previamente si lo puede cumplir. Porque ello es una irresponsabilidad, demagogia. Y porque más vale ser dueño del propio silencio que prisionero de las propias palabras.

7. Un Dirigente Falangista debe comprender de antemano que la conducción de grupos humanos es un arte que exige poseer sentido de lo posible y lo real. Porque no se vive de deseos, dogmas o ilusiones, sino de realidades. Porque se debe ser siempre objetivo y justo ante las situaciones y los demás. Porque no puede dejarse atrapar por las circunstancias por exclusiva culpa de la pérdida del principio de “libertad de acción" o de un ciego sectarismo. Y porque para un Dirigente Falangista la verdadera prueba de su capacidad reside exclusivamente en el adecuado manejo de los hombres y situaciones, aún cuando todo pareciera estar derrumbándose.

8. Un Dirigente Falangista debe saber ponerse en la situación de su oponente a fin de lograr leerle la mente y para no perder jamás el sentido de las proporciones. Porque a los hombres hay que entenderlos, lo cual no significa perdida alguna de compromiso con respecto a lo que uno plantea, ofrece y representa. Y porque la pérdida de perspectiva, equilibrio y sentido de las proporciones representa una neta pérdida de control en el manejo de hombres y situaciones.

9. Un Dirigente Falangista debe saber movilizar gente a su alrededor gracias a su capacidad para despertar entusiasmo constructivo en las personas. Porque ni la explotación del odio y del resentimiento son capaces de lograr lo que logra el amor.

10. Un Dirigente Falangista debe saber mantenerse alerta y suspicaz ante los halagos, los aplausos y la adulación de sus dirigidos y de otros también. Porque un Falangista "cumple su deber por amor al deber y no a la recompensa". Rehuye de los halagos que sólo apelan a su propia vanidad y sólo acepta con humildad aquel reconocimiento honesto y leal. Porque el verdadero sentido de la vida es servir y cumplir rectamente con el deber.

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