sábado, 13 de septiembre de 2008

LA DESBOLIVIANIZACIÓN


EL DECONSTRUCCIONISMO DE LA PATRIA

Los movimientos independentistas de derecha (nacionalismos centrífugos), empujados por los grupos económicos anti-nacionales (liberales), pero principalmente el “racismo” indigenista del partido de gobierno, han ocasionado una ruptura en el seno mismo de nuestra identidad boliviana, lo que ha conducido a que Bolivia sea cuestionada desde su propio origen.
Por un lado la integridad territorial de Bolivia sufre la amenaza de los separatismos locales que vienen siendo monitoreados por las grandes logias de intereses obscuros que para conseguir sus objetivos divisionistas buscan soliviantar a las masas financiando movimientos encargados de “producir” falsas libertades que niegan la Patria recurriendo a las tergiversaciones históricas. Como enemigos de Bolivia, estas logias toman también como pretexto las debilidades e injusticias del sistema centralista para justificar la "inviabilidad" de la Patria, como si la Patria habría nacido parida por un sistema o como si la Patria fuera responsable por las deficiencias del sistema unitario de gobierno y no así los hombres que lo administran.
Por su parte el indigenismo racista ha afianzado la idea de que nuestro país está compuesto por dos tipos -dos “clases”- de habitantes: los “originarios” o indígenas y los criollos o “inquilinos” (en palabras de un constituyente masista). Se trata de una división que trae implícita la exclusión -discriminación- de quienes no pertenecen a la categorización de “originarios” y que privilegia de manera abierta a los indígenas, porque su supuesta condición de “originarios” les concedería cierta preeminencia sobre estas tierras, lo que resultar ser una falacia científica. (Léase el artículo “El racismo masista y la farsa de los originarios”)
Esto último queda demostrado con el modelo de “Estado plurinacional” que el MAS pretende imponer en la Asamblea Constituyente, el cual toma en cuenta sólo a los distintos pueblos indígenas “originarios” como “naciones” y excluye al resto de los bolivianos que al no pertenecer a la categoría de “originarios” están condenados a correr una suerte de “palestinización”, es decir, a ser una nación sin Estado.
Esta idea de “Estado plurinacional” del MAS nace con el movimiento Pachakuti del Ecuador, que básicamente intenta reponer el antiguo incario sobre la “desterritorialización” del Estado “colonizador”. Por ello es que podemos anticipar que los movimientos racistas indígenas en Bolivia buscarán su segregación -“desterritorialización”, “reterritorialización”- del Estado boliviano a partir de la conformación de “territorios autónomos” o “Tierras Comunitarias de Origen” (TCO), cuyas delimitaciones ya pretenden empezar a establecer con una nueva redistribución territorial interna de Bolivia tras aprobarse la nueva Constitución.
En otras palabras, el actual proceso revolucionario de los neomarxistas en Bolivia trata de que los aymaras, los quechuas, los guaraníes y demás indígenas, excepto los criollos tengan su espacio vital con gobierno propio. No con el fin de descentralizar el Estado para su mejor administración, sino con el fin de descuartizarlo. Se trata de terminar con Bolivia, con la Patria, par dar paso a nuevas naciones, “puras racialmente y culturalmente, donde los “mestizos” no tendrán cabida.
Al respecto, es sintomático el hecho de que un gran número de los asesores del MAS sean separatistas catalanes y vascos, los mismos que en España pelean por su “independencia”, es decir, por la muerte de España.
Es preciso hacer notar que este racismo indígeno-masista afecta directamente a los sectores indígenas "moderados" que en la práctica demandan una reforma legítima del sistema político, económico y social del Estado de Bolivia.
Esta es una lucha que atenta directamente contra la integridad de la Patria, por esta razón es que los neomarxistas ponen principal énfasis en debilitar sus valores esenciales con el fin de demostrar que ésta carece de sentido. De allí que en nuestros días no sea extraño escuchar decir a un constituyente masista que “la creación de la Patria se debió al capricho de unos cuantos oligarcas” o que nuestros héroes de la Independencia eran unos simples “burgueses”.
Al respecto, Oscar Únzaga de la Vega muy claramente nos decía: “Los fundadores de Bolivia se equivocaron al darnos las leyes pero no al darnos la Patria. Su error no consistió en haber declarado nuestra Independencia, sino en haber copiado para esta Patria naciente y convulsiva, servilmente las leyes y los códigos europeos. Las leyes no se adoptan, se adaptan.”
Del mismo modo incurren en un grave error de apreciación quienes creen que es a partir de 1825 que Bolivia empieza a forjar su personalidad histórica. Las guerrillas de la Independencia libertaron nuestra Patria y los actores de 1825 fundaron la República, pero la Patria ya existía y el espíritu de nuestra personalidad fue formándose desde tiempos anteriores a esa fecha. Mienten quienes dicen que la creación de la Patria se debió al artificio de unos cuantos “oligarcas”. Bolivia, nuestra Patria, anteriormente conocida como Charcas (mal llamada “Alto Perú”), es una unidad de destino concebida a través de muchas edades y vicisitudes.
“Bolivia no puede seguir existiendo negándose a sí misma con interpretaciones históricas que carecen del sentido de Patria. La historia debe ser vista con entusiasmo, debe existir una voluntad de ser y un entusiasmo de existir.” Porque todas estas razones que la izquierda busca para negarnos como Patria están dirigidas a crearnos un complejo de inferioridad, a robarnos la fe en nosotros mismos, que es como renunciar a la libertad.
Los deconstruccionistas de nuestra identidad tratan de negar nuestra dimensión colectiva como pueblo históricamente constituido por la unión de voluntades y sentimientos, enseñándonos una historia llena de mentiras que al leerla nos da el desgano de vivir como bolivianos. Y no es –como decía Únzaga- que busquemos una historia optimista que procure la unión por la fuerza, sino que buscamos una historia verdadera que nos ayude a reafirmar los valores de la Patria. Porque negarnos como Patria, como unidad de destino, es aceptar nuestro fracaso como un hecho irremediable, cuando está visto que hasta en el desastre y la decadencia se puede hallar lecciones que nos empujen a la conquista del futuro. Como decía Únzaga: “Por ahora la conciencia de la bolivianidad es lo básico, lo urgente. Una conciencia que nos señale nuestros errores y nuestras virtudes, no para renunciar a nuestros destinos, sino para superarnos. Es verdad que la historia de la Republica tiene poca grandeza, pero recuerdo la frase de Chesterton: “Los romanos no amaron a Roma porque Roma fuera grande. Roma fue grande porque los romanos la amaron.”. Para vencer el infortunio nos queda el amor a Bolivia. Ese amor a Bolivia hará milagros a despecho de los antibolivianos.”


¡POR BOLIVIA!